Interminables situaciones e incontables veces... la muerte me ronda y me habla susurrando, me trepa y se para sobre mi pecho, se ríe, me ríe, presiona y me mira de reojo.
Adentro me crece una nube del tamaño de un millón de orejas formando una sola oreja, me aterriza como si supiera lo que es vivir, me llueve y me silencia, me carcome, me roe. Adentro me imita una niña que arma hilos y se enreda en ellos...
Yo te miro y me miro, te anochezco y me pertenezco porque soy de tí y de nuestros vicios idiotas y te reconozco, porque tengo vomitocardia, amnestecia y sentimuertos de imaginarme mi soledad sin tí, esa como sombra que siempre está entre nosotros casi como una intersección, un movimiento que no lo es en realidad, una inacción, que produce una implosión, un recargo.
Me defiendo, sólo eso, me ayudo de vez en cuando con una que otra estrella desierta que me acontece, y no hablo de la sacralizada culpa, hablo de cada dedo que cercenado me sangra y me comenta que desaparece, porque todo esto no es más que una ideología barata, llena de matizados contrincantes...
Tú eres eso de raro, hablando y moviendo las manos, estirando tu lengua, respirando tu perfecta penumbra, eres el alado cíclope y mi columna vertebral.